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Hacia una Cultura de paz

La gestión cultural comunitaria, nos lleva a pensar en comunidades que no solo sean capaces de reconstruirse en ámbitos adversos, sino que salgan fortalecidas por el ejercicio de la participación y el acceso a la cultura como derecho. Propiciando espacios de encuentro alternos y abiertos en donde se conjuguen el respeto y promoción de los derechos culturales.


Es un proceso que consiste en diseñar, implementar y evaluar la transformación de una determinada realidad, y cuyo resultado estará determinado por el desarrollo sostenible de un territorio y la calidad de vida de sus habitantes. De este modo, para conseguir estos objetivos, se utiliza a los lenguajes creativos, el patrimonio cultural local, la educación y la creatividad como elementos esenciales de edificación comunitaria.

Ahora bien, debemos llevarnos a considerar que resulta de vital importancia el papel del, o la gestora cultural local; entendiendo su perfil como mediadora entre la creación, la participación y la expresión cultural. Se trata de profesionales capaces de ayudar a desarrollar el trabajo artístico y cultural e insertarlo en una estrategia social, de acuerdo con las necesidades específicas de cada población y territorio.


Esperanza que no olvide esos horrores y esos dolores, y que se convierta en la posibilidad de pensar juntos las salidas, de soñar juntos los caminos, de construir juntas las transformaciones necesarias.

Esperanza de que ningún civil se alce en armas, por ninguna circunstancia.”

Jorge Melguizo


Nuestros territorios deben llamarse centros culturales, con el fin de remover los horrores vividos y sustraer a las semillas que pervierten y corrompen a la sociedad local. Para que el horror se convierta en memoria, en creación, en sueños, en hechos de transformación personal y colectiva.


Necesaria tarea de cambiarnos no solo la piel sino el alma.

No se trata de emprender el rescate de unos valores, al contrario; se trata de emprender colectivamente, la construcción de unos nuevos valores que nos permitan enfrentarnos con nuestra propia historia, pasada y reciente, y salir airosos. Es por ello que el perfil del o la gestora cultural, emprende una misión de mediar con su comunidad y propiciar la resiliencia.


Un gran desafío es entonces generar procesos culturales que sirvan para la construcción de sujetos colectivos para desarrollar proyectos de transformación individual o colectiva. Y ello implica crear dispositivos para pensarse de manera crítica como sociedad y como sector, construir condiciones y subjetividades incluyentes, y poner en juego los diversos relatos de lo social con los diversos sectores sociales. (Plan de Desarrollo Cultural de Medellín, 2011: 8)


Toda política de desarrollo debería de incorporar la dimensión cultural basada en los derechos y libertades fundamentales con el objetivo de que cada quien pueda realizar su proyecto de libertad personal.


Es por ello que, en Arte por la Vida, llevamos una misión de generar espacios de democracia cultural. Generando talleres que incorporan a los lenguajes creativos con el fin de llevarnos a soñar y construir de la mano de poblaciones que han quedado al margen de las políticas culturales.


Porque no se trata de ser “evangelizadores” de la cultura, sino de construir codo a codo, universos posibles.



Carlos Díaz

Productor, gestor cultural, comunicador, músico y compositor



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